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PLAY: Violeta Caldrés en la galería Luis Gaspar

A continuación publico el texto que he escrito para la exposición "Play", de Violeta Caldrés, que se inaugura hoy, 10 de diciembre, en la Galería Luis Gaspar de Madrid (Alameda, 16). Espero que os acerquéis a visitarla.






Caleidoscopio y juego de espejos, la obra de Violeta Caldrés despliega ante nuestros ojos las infinitas complicaciones de la identidad y sus múltiples reflejos. Con sus formas ambiguas, su poderoso cromatismo y su inquietante complejidad, estos dibujos y recortables parecen surgidos del caos y, sin embargo, dan forma a una imagen definida y esclarecedora de las topografías íntimas de la vida contemporánea.




El título del proyecto, “Play”, es enormemente ilustrativo. Las relaciones de poder, las transacciones sentimentales, el amor como moneda de cambio y la fisicidad de las emociones son asuntos representados en forma de asunción de roles, de reglas pactadas, de juego infantil –en definitiva- para adultos. No es casual tampoco que el recortable se convierta aquí en soporte expresivo: las piezas se montan, se desmontan, se combinan entre sí y son intercambiables. Sin embargo, no hay ningún tipo de ingenuidad; el juego es la actividad más seria que existe y, en la obra de Violeta Caldrés, el juego tiene connotaciones nada triviales. La crisis económica y social que impregna todo afecta también al modo en que el hombre y la mujer capitalizan su cuerpo, su deseo y su sexualidad. Lo sexual –por ejemplo, lo genital- tiene en estos dibujos una fuerte presencia, y cumple dos objetivos; por un lado, subraya de manera exultante la importancia vital de esta dimensión humana y, por otro, cosifica el cuerpo para convertirlo en herramienta de negociación, en mercancía y en generador de oportunidades.





En sus dibujos, Violeta Caldrés busca sobre todo la autenticidad, lo inmediato y la comunicación directa con el espectador a través de la recreación de escenas cotidianas y simbólicas. Aquí lo que importa es el gesto –perfectamente depurado, por otro lado- que se transforma en escritura, en caligrafía íntima, en puesta en práctica de un lenguaje ya consolidado y con entidad propia. De hecho, el criterio que prevalece en estas obras es el de lo comunicativo, lo compartido, lo comprensible. La obra de Caldrés tiene mucho que ver con el arte popular, con claves icónicas manejadas durante siglos en culturas muy diversas. En ese sentido, nos encontramos ante una artista muy española, con lo que este adjetivo contiene de directo, pasional, emocional y, también, de asunción de distintas tradiciones iconográficas: la imaginería hindú –por ejemplo, en la disposición de los cuerpos- o el folclore árabe son influencias atípicas que proporcionan a estas obras una profundidad que, sin embargo, va mucho más allá de un simple pastiche multicultural. Muestra de ello es su delicado cromatismo casi finisecular –un poderoso contraste de rojo y negro sobre fondo siempre blanco- y, sobre todo, la enorme eficacia de su lenguaje. Lo bueno y lo malo, lo noble y lo indigno, lo feliz y lo trágico, lo infantil y lo erótico participan en este baile de máscaras que es “Play”, en esta infinita variedad basada siempre en componentes fácilmente identificables por todos: el cuerpo, el sexo, la mirada, el corazón o el dinero. Pasen, vean y reconózcanse.


Carlos Primo


Abdul Vas


Esta semana el artista venezolano Abdul Vas inaugura una exposición individual en La Fresh Gallery (Madrid). Con el título de “Anything goes”, el “todo vale” que parece ser la filosofía de este artista se convierte también en su mayor baza: una provocadora ausencia de prejuicios que llena su obra de energía, sinceridad y agresividad: todo menos medias tintas.

El imaginario personal de Abdul Vas pasa por la apropiación de elementos de la vida contemporánea made in U.S.A.: jugadores de baseball (Cincinnati Reds, magníficamente analizados por Raúl Zamudio en el texto que acompaña esta muestra), estrellas del porno (como Sasha Grey, en la que se centran buena parte de las obras de su inequívoca serie “Amazing Gape”) o los omnipresentes AC/DC, cuya influencia estética, como él mismo reconoce, es innegable y constante. Vas recrea estos elementos a través de pinturas, dibujos, fotomontajes o fotografías alteradas. Empleando normalmente una paleta cromática muy restringida, en la que predominan el rojo, el negro y los grises, el artista logra un resultado visualmente impactante y emocionalmente visceral.

Porque ahí es donde reside su valor más seguro y su mayor logro expresivo: en una emotividad agresiva, irracional, expresionista que, aplicada a los ya citados iconos de la cultura masiva, genera un resultado contradictorio y violento, un descenso a los infiernos del que el espectador no sale indemne. Para ello, Abdul Vas emplea dos recursos básicos.


El primero es la deshumanización de los personajes que retrata. Emplea para ello deformaciones obvias (la grotesca erotización de sus jugadores de baseball, por ejemplo, con genitales descomunales y poses sexuales claramente hardcore) que desembocan en las cabezas de pájaros (pollos, como él los llama) que ostentan todos sus protagonistas. Subraya así su animalidad, convirtiendo estos ídolos de masas en instintivas y hormonales bestias antropomorfas, en figuras salidas de una alegoría barroca, en un ejército infernal (como lo califica Zamudio).

El segundo recurso corresponde a un empleo enormemente expresivo de la superficie material de la obra. Las pinturas están marcadas por un uso brutal del pigmento, una abigarrada profusión de líneas en sus primeras obras, y una radical delimitación de las formas en sus últimos lienzos, construidos muchas veces a partir de dos niveles cromáticos que articulan la imagen a través de manchas bien diferenciadas. Aquí, la pincelada es más gruesa, y es la mancha y no la línea lo que determina la organización del cuadro.

Por otro lado, la superficie de la obra está cargada de símbolos, de incisiones tatuadas o grabadas sobre la imagen originaria, como ocurre en sus fotografías de Sasha Grey, en las que sobre la imagen fotográfica se ha ejercido una sistemática alteración destinada a resaltar determinados elementos o a cargarlos de violencia u obscenidad. Todos hemos pintarrajeado encima de una fotografía cualquiera. Abdul Vas parte de esta estética (por ejemplo, sus constantes inscripciones del logo de AC/DC) para cargar sus imágenes de significados y alusiones. Del mismo modo, su empleo de té Senok, de loción Tom Ford o Comme des Garçons en sus retratos de deportistas añade más niveles de contenido a lo meramente representado.


Abdul Vas ha construido (y sigue construyendo) una obra coherente que indaga en los aspectos menos transitados de la cotidianeidad y, sobre todo, en la importancia de los símbolos, los iconos y las representaciones en la vida contemporánea. El resultado es visualmente impactante, intelectualmente compacto y en resumen, enormemente sólido. Hasta ahora, Vas se ha movido con soltura en bienales y muestras en entornos comercial y geográficamente muy dispares. A partir del jueves 10 de septiembre (la inauguración es a las 19.30 h.), su exposición en La Fresh Gallery (Conde de Aranda 5, Madrid) será ya un hito más en una carrera consistente y muy creíble.



Entre los preparativos de la exposición, Abdul Vas ha contestado a nuestro cuestionario. Aquí está el resultado.


CUESTIONARIO


En tu obra trabajas con distintos tipos de medios (pintura, fotografía, fotomontaje, dibujo). ¿Se trata de un proceso de búsqueda de “tu medio” o es una vocación multidisciplinar? ¿Qué importancia le das al aspecto material de la obra?

Respecto a lo material, mi elección depende de lo que esté buscando en ese momento. El único material base que siempre utilizo son los LP de AC/DC.




Me da la impresión de que, formalmente, has llevado a cabo un proceso de simplificación de las formas, desde las composiciones abigarradas de tu serie sobre los Cincinnati Reds hasta tus últimos retratos, mucho más esquemáticos y sencillos. ¿En qué punto te encuentras?

Los Cincinnati Reds han sido una de mis grandes pasiones, igual que el baseball, ¡el deporte mas grande que hay en este fuck planeta.! Cuando ves mis pollos de la serie cincinnati reds se observa una visión muy barroca de cada uno ellos, hasta llevarlos al limite de la ornamentación. Con el paso del tiempo mis pollos se han simplificado en cuanto a indumentarias, pero el resto lo he concentrado en diversas facetas que de forma indirecta buscan una complejidad verbal. Por ejemplo: “te la voy a meter por el culo”, ¿es una frase muy ordinaria,? lo que quiero decir es: “nena ¿porque no leemos la Biblia o vamos al autocine o me preparas un kool-aid?”



Es habitual encontrar referencias a la cultura pop en artistas de tu generación, pero tú vas más allá incorporando elementos que pertenecen a ámbitos más marginales y difíciles, como el porno hardcore, con las obras dedicadas a Sasha Grey. ¿Sólamente buscas aportar una mayor agresividad a tus obras, o hay algo más que subyace en esta temática?

Mis obras están llenas de mucha dulzura y romanticismo, no veo violencia en ellas. Quizás mis pollos tenga pinta de ser violentos porque tienen ojeras o no llevan Balenciaga, Hermès, Comme des Garçons, etc.. aunque alguno de ellos lleva gafas de sol Tom Ford para proteger sus ojos. En cuanto a Sasha Grey , en ella veo a la chica mas dulce del mundo, es muy bonito lo que puede hacer con sus manos, boca, etc. Es una chica en mi opinión muy natural en cuanto a los placeres sexuales, no es una jodida estrecha llena de pelos... ¡Amazing Gape! ¡Vote Sascha Grey!



Resulta enormemente interesante tu abundante empleo de símbolos, ya sean las firmas de AC/DC o las cabezas de pájaro que ostentan muchos de tus personajes. Algunos de estos elementos confieren a las obras, además, un marcado sentido de la violencia visual ¿A qué responden?

¿Tú ves violencia visual en mis obras? Yo no veo ningún tipo de violencia. En estos tiempos que generan violencia por un tubo, sería estúpido que un tío como yo gastara su tiempo en un tema que realmente no le llama la atención. Es cierto que veo obras de otros artistas llenas de cruces, y con frases un poco absurdas como “soy satan y te comeré el rabo esta noche”, o “viva hitler”, “yo soy muy cabron y por la noche me transformo en un mariposón satánico”... pero ese tipo de cosas no van con mi obra.



En ese sentido, resultan menos agresivas (aunque igualmente inquietantes) tus últimos retratos con cabezas de pájaro. ¿Se trata de un cambio de lenguaje o sólo de un ámbito más de experimentación?

En estos dos últimos años estuve centrado en una serie de imágenes que visitaban mi inconsciente muy a menudo. Eran imágenes gastadas por el tiempo, llenas de inocencia, algunas marcadas por el poder de AC/DC y poco mas..



¿Cuáles son tus influencias? ¿Qué te interesa del arte contemporáneo?

AC/DC, AC/DC, AC/DC. El resto de influencias son un ratoncito australiano llamado Patticcas, Marc Chagall... Me gusta mucho Raymond Pettibon. Antes me gustaba Sylvie Fleury porque estaba muy buena, pero, de hecho, ¿su obra?¿ qué hace ella? ¡No he visto nada! ¡Solo veía su ass en Art Basel!!! yeah!!

¿Cómo es tu relación con el público y el mercado del arte?

Al mercado no voy casi nunca y el público no lo he leído.

¿Cómo has planteado tu exposición en La Fresh Gallery?

Se llama Anything Goes y va sobre un tren que sale desde Cincinnati, OH a Dallas, TX. De momento, el tren no ha llegado a su destino.



+info:

Abdul Vas "Anything goes"

La Fresh Gallery

Conde de Aranda, 5 (Madrid)


http://www.flickr.com/photos/abdulvas/



Bellezas heterodoxas: Luis Cuenca / Ricardo Cases

Ricardo Cases, Belleza de barrio



La programación reciente de la siempre estimulante La Fresh Gallery (Conde de Aranda 5, Madrid) ha estado protagonizada por dos muestras fotográficas que tienen en común la búsqueda de la belleza estética en motivos aparentemente vulgares, cotidianos o incluso trash.

Todavía pueden verse en la galería las obras pertenecientes a La calle del Desengaño, de Luis Cuenca, que retratan a las transexuales que ejercen la prostitución en dicha calle madrileña, a dos pasos de la populosa y concurrida Gran Vía. Son éstos retratos que adoptan un aire lo-fi, analógico, casi descuidado, buscando una sensación de realidad (de realismo sucio, incluso) con un valor estético innegable. Las protagonistas de estas imágenes aparecen en distintas situaciones, siempre de noche, siempre quemadas por el flash del fotógrafo, cotidianas y misteriosas. Las poses en ocasiones son provocativas, deliberadamente sexuales o atrayentes, suscitando un destello lúdico y desinhibido que se agradece enormemente en una temática que normalmente se presta a un mayor dramatismo o trascendentalidad.


Luis Cuenca, Calle del Desengaño



La reflexión que suscita Luis Cuenca se basa fundamentalmente en la idea de la construcción de la identidad: cada chica está caracterizada con su vestuario habitual, en su lugar de trabajo (coches, esquinas, aceras, descampados), con su nombre y con una frase dicha por ellas en el transcurso de su contacto con el artista. En este sentido, la búsqueda identitaria se aproxima mucho a la efectuada, por ejemplo, por Germán Gómez en su extraordinaria serie Fichados / Tatuados . Junto a estos elementos, el cuerpo se constituye como el más importante modo de identificación: en el transexual, el cuerpo es una construcción consciente, una persecución deliberada de una imagen determinada, de una fisonomía, de un atractivo sexual y de una elaboración casi cosmética. Por ello, los cuerpos de estas chicas actúan como la mejor definición posible de sus aspiraciones y de su autopercepción. Quizás habría sido conveniente incorporar las mencionadas frases en la obra de algún modo más integrado con las imágenes en sí, pero el resultado es magnífico, profundo y de una enorme calidad, sin dejar de lado la belleza plástica de unas fotografías que en su iconoclastia encuentran un raro tipo de equilibrio.

Ricardo Cases, Belleza de barrio
La anterior muestra, de la que todavía hay algunas imágenes expuestas en la galería, es la serie Belleza de barrio, de Ricardo Cases. En este caso las fotografías presentan una concepción estética más armonizada y clásica. La composición es renacentista y por momentos recuerda a los maravillosos retratos del quattrocento. El colorido es delicado y exuberante, casi prerrafaelita. La calidad de la imagen es extraordinariamente nítida, y esta exquisitez compositiva adquiere una dimensión nueva con la elección de las personas retratadas. Como su nombre indica, Belleza de barrio está protagonizada por mujeres de la calle, de los barrios, de las periferias de las grandes ciudades. Poligoneras, maris y marujas adquieren de este modo una intensa reivindicación de su dignidad estética, una maravillosa plenitud y una expresividad conmovedora, en la línea de las bellezas monstruosas de Cindy Sherman, pero sin su componente trágico. Es una celebración de la belleza cotidiana, de los gestos y los rostros con los que convivimos a diario, de los estilos indumentarios que denostamos pero que son mucho más eficaces y difundidos que los que lucimos los furibundos urbanitas que acudimos a las galerías de arte. Esto, unido a la técnica que ya hemos comentado, da como resultado unas imágenes emocionantes y enormemente espectaculares. Todo un lujo por descubrir.

+ info:

LA FRESH GALLERY (Conde de Aranda 5,
Madrid)

(web)

MANOLO VALDÉS (Galería Marlborough, Madrid)





Sorprende y emociona la exposición de Manolo Valdés en la galería Marlborough (Madrid). Sorprende porque, aunque sus presupuestos estéticos quedaron ya asentados en las pasadas décadas, Valdés es uno de esos artistas incansables cuya obra avanza en forma de pequeñas pero firmes revoluciones. Al entrar en la galería, frente al mostrador del hall, ya impone su presencia una de sus enormes esculturas ecuestres. Son varias las obras que en esta muestra reproducen este motivo habitual en la obra del valenciano, tanto en el ámbito escultórico como en tres gigantescos lienzos en los que la misma figura (una dama a caballo) es reproducida con diferentes cromatismos (blanco, azul y marrón) a través del óleo y la arpillera.




El que fuera en tiempos uno de los integrantes del Equipo Crónica sufrió en los años ochenta una de las evoluciones más coherentes y significativas del arte español contemporáneo: la integración en una misma obra de elementos propios del figurativismo pop (fundamentalmente, la incorporación y reinvención de iconos del arte clásico, como lo es en este caso el retrato velazqueño de Isabel de Francia a caballo, que inspira las ya citadas esculturas y pinturas ecuestres) y, junto a estos motivos iconográficos, la adopción de una técnica cercana al informalismo matérico de Millares o Tápies. El resultado son sus brutales meninas de acero o sus múltiples obras inspiradas en retratos cortesanos del barroco. Valdés lleva a cabo sobre las líneas y las formas un proceso de depuración y deformación que roza lo abstracto sin llegar a la pérdida de la morfología que las hace reconocibles, remitiendo a la escultura africana o al arte figurativo chino o japonés. Es este tratamiento de las formas lo que nos hace saber que nos encontramos ante un caballo, una mujer o una máscara.

Unido a este aspecto está, como acabamos de decir, su técnica. En los lienzos que hemos mencionado, la aspereza de la arpillera se ve invadida por masas de pintura en las que el óleo ha sido manipulado de un modo que casi recuerda a la cerámica. La brutalidad de lo material, de la obra de arte en la que la forma no oculta la materia –imperfecta, irregular, orgánica- de que está hecha constituye uno de los mayores impactos visuales de la obra de Valdés.





El artista consigue este efecto, en primer lugar, a través de los materiales que hemos citado: la arpillera, el lienzo sucio, el óleo distribuido irregularmente o la madera policromada trasladan a la obra un aire de ensayo, de lucha cuerpo a cuerpo con la obra, de taller, de almacén y de artesanía. La superficie de su Dama a caballo de madera policromada en color blanco está raspada, rota, herida, y la fina capa de pintura blanca ofrece un aire provisional que sugiere la materia cortante y tosca que apenas cubre. Además, determinados toques cromáticos en rojo desgarran los últimos rastros asépticos y acentúan aún más lo orgánico de la obra; esta orgullosa dama a caballo parece una marioneta rota, pero todavía viva, todavía nerviosa y sensible.

Sin embargo, uno de los empleos más fascinantes del material consiste en su manejo del bronce. El bronce, al contrario de la madera o la arpillera, sí es una sustancia noble, el punto de partida de muchas obras maestras de siglos pasados. El enorme talento de Valdés produce un efecto desconcertante: en un inesperado juego retórico, el bronce pierde su carácter solemne para ser tratado de manera que imite al cartón de mala calidad, a los cables, a la maquinaria mecánica. De este modo están construidas sus famosas meninas y algunas de las obras de esta exposición. Este rebajamiento, esta inversión de atributos es uno de los rasgos que hacen a Valdés un artista tan reconocible: la superposición de piezas, la impresión de que sus figuras han sido compuestas a partir de trozos de materiales viejos, inútiles, definitivamente descartados.



Donde se hace más patente esta técnica es en sus asombrosas máscaras. Hay varias en esta exposición, pero considero que las más sobresalientes son dos grandes esculturas en bronce, además de una figura de madera policromada en azul también de grandes proporciones. En estas obras se acentúa el efecto que mencionaba en el párrafo anterior: la composición de las obras en bronce responde a un intenso trabajo sobre la materia en el que el metal parece adquirir la inestabilidad del papel de periódico: retales, recortes y trozos dispersos apenas hilvanados conforman unos conjuntos, sin embargo, de una cohesión sorprendente. Son obras contundentes, con una enorme fuerza, y con una ejecución material de enorme creatividad; vale la pena aprovechar el modo en que están expuestas para rodearlas y ver sus entresijos, sus estructuras interiores que parecen reproducir una figura de cartón que requiere infinitos puntos de sujeción para no desarmarse en cualquier momento.

Escribía al principio de esta crónica que Valdés sorprende y emociona. En las líneas anteriores hemos repasado los factores de esa sorpresa; sólo nos resta indicar dónde reside la emoción (personalmente intensa, todo un gancho directo al mentón) de estas obras. Las máscaras reproducen un motivo repetido hasta la saciedad en la historia del arte; el verdadero rostro es cubierto por una máscara que, frecuentemente, termina siendo más real que el propio rostro. Las máscaras de Valdés son reconstrucciones arduas de la morfología del rostro, cirugías imposibles para devolver al individuo su configuración humana, emotiva, conmovedora. Ante estas imponentes esculturas, no podemos sino mirarnos detenidamente en el espejo que son en realidad. El bronce herido, seccionado, amputado, atravesado por cables, cosido con alambres, rasgado y cicatrizado deja de ser una máscara y se convierte, de este modo, en un reflejo del rostro. Y el rostro, ya se sabe, es el espejo del alma.




La exposición estará en Marlborough (Orfila, 5, Madrid) hasta el 21 de marzo de 2009.